jueves, 21 de junio de 2012

San Sebastián: de pueblo pesquero, a ciudad turística al auspicio del veraneo real

San Sebastián será capital europea de la Cultura en 2016. Es una ciudad de carácter, además de ser una de las ciudades más bellas de España con un paisaje verdaderamente privilegiado. Esos paisajes, la fuerza del mar Cantábrico, la bahía, sus playas, los parques y jardines que conviven con la arquitectura tradicional y contemporánea, hace de la ciudad y sus gentes una atmósfera ciudadana cálida que atrae como un constante estímulo para los sentidos, si descontamos el del paladar, en donde los ‘pintxos’ tienen mucho que decir. Eventos internacionales como el Festival de Cine le ha dado fama y una gran proyección exterior.


San Sebastián es una de esas ciudades que en su descripción no bastan solo las palabras, sino que es imprescindible verla para sentirla. Es una pequeña ciudad de cerca de doscientos mil habitantes, con una actividad cultural inusual para su tamaño. La belleza de su bahía, la que hace disfrutar, soñar y enamorarse, conocida como la Perla del Cantábrico, con mar y montaña a un solo paso, su calidad de vida y su gastronomía, la han convertido en los últimos tiempos en destino turístico de primer nivel. La historia forjó su destino; nació como pueblo pesquero, creció como ciudad comercial y fortaleza militar por la proximidad a la frontera francesa con la invasión de las tropas napoleónicas y tras ser destruida casi por completo en 1813 por la batalla con las tropas anglo-portuguesas, que la incendiaron casi por completo, renació como ciudad turística al auspicio del veraneo real. Isabel II la eligió como sede vacacional. Fue en los últimos años del siglo XIX cuando San Sebastián se configuró como ciudad culta, de aburguesamiento y estilo francés, y destino por excelencia del turismo del norte de España. La majestuosidad de sus edificios y su eclecticismo reflejo de los gustos de la realeza y la burguesía del momento, la dotan de un carácter señorial que ha sabido evolucionar al paso del tiempo. La actividad cultural creció al mismo ritmo que la turística, hasta lograr la programación escénica y cultural puntera de la que hoy goza la ciudad. El Festival Internacional de Cine, el Jazzaldia-Festival de Jazz- y la Quincena Musical son las citas imprescindibles de su agobiada agenda anual. Ha sido cuna de la gastronomía vasca y ese ‘pintxo’ que hace las delicias de donostiarras y visitantes está siendo exportado de una manera masiva al resto del territorio nacional.
Arquitectura de corte francés
       La arquitectura es historia en San Sebastián. Cada edificio representa una época, un estilo diferente, y descubrirlos supone conocer parte de la leyenda de la ciudad. En San Sebastián conviven construcciones clásicas con obras de corte afrancesado al gusto de la Belle Époque y a su vez, podemos encontrar edificios vanguardistas y modernos que rompen con la estética más tradicional.
        Ubicada en plena Parte Vieja, la iglesia más antigua, la iglesia de San Vicente del siglo XV, en su día fue templo y fortaleza defensiva. De estilo gótico, su exterior es de corte recio con impresionantes vidrieras y en su interior guarda uno de los mejores retablos del románico. En el exterior, en la fachada lateral se encuentra “la Piedad”, del escultor Jorge Oteiza. La basílica de Santa María, ubicada en la calle 31 de Agosto, es otra de las impresionantes obras del barroco del XVIII que se levantó sobre unas antiguas ruinas romanas. De esta obra de arte destacan la fachada churrigueresca que preside una escultura del patrono de la ciudad, San Sebastián mártir y, en su interior, el retablo mayor dedicado a la Virgen del Coro, patrona de la ciudad. En línea directa, en la parte opuesta de la ciudad se encuentra la catedral del Buen Pastor. Neogótica de 1897, se construyó con pizarra y piedra del monte Igueldo, de clara inspiración en las iglesias medievales germanas y francesas. La plaza de la Constitución es el corazón de la ciudad, un escenario lleno de vida –en tiempos ubicó el ayuntamiento– y escenario de las fiestas locales. El latir de la ciudad empieza y termina en este pequeño espacio cuadrangular donde se inician sus fiestas el 20 de enero, día de San Sebastián, y el 21 de diciembre, festividad de Santo Tomás. Los balcones de los coloristas edificios que la rodean tienen impresos unos números que nos remontan a su pasado con funciones de coso taurino. Dicen que es uno de los edificios más bellos de España el Ayuntamiento de San Sebastián. Era la sede del Gran Casino desde su fundación en 1897 hasta su cierre en 1924 por la prohibición del juego. Con sus ruletas y en su salón de baile –hoy salón de Plenos–, se entretenían políticos, escritores y artistas en la Belle Époque. En 1947 se convirtió en la Casa Consistorial de la ciudad con la presencia de los tamarindos de los jardines de Alderdi-Eder. En plena bahía de La Concha, con el incesante ambiente de la parte vieja a sus espaldas y con la tranquilidad de los jardines de Alderdi Eder al frente, el Ayuntamiento es sin duda un punto de parada y contemplación siempre, pero más aún cuando recobra su antiguo esplendor y sirve de escenario a representaciones al aire libre como el Festival Internacional de Jazz. Con un diseño típico de glorias pasadas, fachada plateresca, pero espíritu vanguardista, el Teatro Victoria Eugenia está situado en pleno centro donostiarra, a orillas del río Urumea y con un ojo puesto en el nuevo y modernista Kursaal, como antes lo estuvo con el victoriano. El edificio, de piedra arenisca y motivos platerescos, fue creado por el arquitecto Urcola a principios del siglo pasado. En la fachada de este edificio, escenario del Festival Internacional de Cine, que unía con alfombra roja hotel y teatro, sobre columnas jónicas descansan cuatro grupos escultóricos que representan la ópera, la tragedia, la comedia y el drama. El Hotel María Cristina es el sueño de quien no puede permitírselo, y, en tanto no lo consiga, no podrá deslumbrarse con las exquisiteces culinarias de un desayuno de ensueño, tanto como la visión inenarrable del abrazo apasionado con que recibe a diario el mar al río Urumea. Un palacio real a pie de playa es el caso del Palacio de Miramar, creado para las estancias veraniegas de la reina María Cristina y la familia real, que decidió instaurar el veraneo real en San Sebastián a partir del año 1887. Son impresionantes sus vistas sobre las dos playas de la bahía y la isla de Santa Clara. El palacio de Miramar fue construido en estilo ‘cottage inglés reina Ana’ por el arquitecto inglés Seldon Wornum, que también diseñó diferentes palacios en Biarritz y San Juan de Luz, al otro lado de la frontera. Se construyó con fondos privados de la reina en ladrillo y piedra arenisca con entramados de madera y su gloria duró lo que la vida de la reina. Luego, hubo un tiempo de abandono y desidia hasta que sus frías habitaciones y estancias fueron recuperadas y rehabilitadas por el consistorio. Los jardines, obra del maestro Pierre Ducasse, autor también de los jardines del palacio de Ayete y de la plaza Gipuzkoa, son ahora un parque municipal. En sus salones se celebran los cursos de verano de la Universidad del País Vasco y es sede en la actualidad de Musikene, el Centro Superior de Música del País Vasco. Una de las grandes expresiones de la arquitectura contemporánea, obra emblemática que abrió el nuevo milenio donostiarra hacia el futuro, que se ha convertido en obra de arte desde su construcción y es seña de identidad de San Sebastián, es el Palacio de Congresos Auditórium Kursaal, que alberga desde festivales hasta ferias de todo tipo… Hay muchas maneras de conocer el Kursaal y cualquiera de ellas es la opción perfecta. Tanto por fuera como por dentro, esas dos gigantescas rocas que quedaron varadas, estos dos ‘cubos’ que diseñó el arquitecto Rafael Moneo ofrecen diferentes posibilidades para cada día del año. Otro barco varado en la bahía, el Real Club Náutico de San Sebastián es un edificio de estilo racionalista que reproduce un barco atracado en el muelle. Recientemente ha sido declarado ‘bien de interés Cultural’ con la categoría de monumento, como lo puede ser la antigua Casa de Baños o la Perla del Océano, la antigua caseta real de baños en pleno centro de la Bahía de La Concha.
Chillida  Oteiza frente al mar
San Sebastián es un museo al aire libre. El arte en espacios abiertos, accesible a todos, es otra de las características más representativas de San Sebastián. Locales y visitantes tienen el placer de deleitarse en sus paseos con edificios, puentes y obras de enorme belleza que se diluyen en el paisaje natural, formando, en quien las observa, sueños, imágenes y momentos inolvidables. La obra de Eduardo Chillida está presente en más de veinte museos de todo el mundo como un profundo diálogo entre arte y paisaje. El Peine del Viento es el ejemplo perfecto de la belleza en estado puro y se ha convertido en símbolo de la ciudad. La fusión entre la bravura del mar y la fuerza de las estructuras de hierro han elevado su carácter natural de obra de arte contemporánea a lugar de encuentro y relax para donostiarras y turistas. Desafiando a la fuerza de las mareas, en pleno Paseo Nuevo, se alza también, imponente, la escultura Construcción Vacía, del Jorge Oteiza, un verdadero tesoro al alcance de todos que el ayuntamiento colocó poco antes de morir el escultor y que supone sin duda un referente en el mundo del arte contemporáneo. Y presidiendo y custodiando la ciudad, desde la cima del monte Urgull, la otra escultura, el Sagrado Corazón emerge desde los orígenes de su historia en el paisaje donostiarra. La obra fue realizada por Federico Coullaut en 1950. precisamente para este lugar en que nació y se expandió la ciudad, en pleno corazón de la misma de vista privilegiada, que guarda la Casa de la Historia,  con audiovisuales, maquetas, objetos y escenografías que narran los 800 años de una ciudad aún joven y viva, en los restos de la muralla y los cañones que son testigos ahora mudos del pasado militar de la ciudad.
          
Las tres playas de ‘la perla’ del Cantábrico
       Las playas de San Sebastián son otro de los principales atractivos en la temporada estival: La Concha, la más conocida, y la de Ondarreta, más familiar, conforman esa bella Bahía de La Concha. Zurriola, la más joven y surfera de las playas, y la apartada pequeña playa de la isla de Santa Clara completan el elenco de playas. La playa de La Concha, es una de las playas urbanas más famosas de España, cuya barandilla de inconfundibles formas ornamentales es uno de los iconos más universales de la ciudad; es la más clásica, la más fotografiada, la más bonita y visitada y la más céntrica de la ciudad. La Concha es diferente al resto, se extiende a lo largo de un kilómetro y medio de arena blanca donde priman la elegancia y la urbanidad. Creció al amparo del veraneo real a comienzos del siglo pasado, y aún conserva sus 38 duchas, el alquiler de toldos y silla de playa, el balneario de La Perla, la antigua Casa Real de Baños y el Real Club Náutico, edificios que, junto a la famosa barandilla, las elegantes farolas, los dos grandes relojes de principios del siglo XX y el Palacio de Miramar, que la cierra por el oeste, configuran esa playa elegante y singular que le dio vida en tiempos de veraneo real. Situada entre el Monte Igueldo y los jardines del Palacio de Miramar, la playa de Ondarreta, siendo la más pequeña de las tres, ofrece más de medio kilómetro de longitud de arena donde tumbarse al sol. En esta playa de corte menos urbano y más informal, el volley ball, la pala o el fútbol son verdaderos clásicos. Los días en los que los temporales azotan el litoral, las aguas de Ondarreta son todo un atractivo para los surfistas y bodyboarders, aunque son las olas y el surf los componentes más principales de la tercera, la playa de Zurriola, la de más movimiento y ambiente de San Sebastián. Situada en pleno barrio de Gros, entre los cubos del Kursaal y el monte Ulía, la playa de Zurriola se ha convertido desde su remodelación hace una veintena de años en el destino favorito de surfistas y jóvenes de todo el mundo, que la alternan con la de Zarautz, más viva y a pocos kilómetros de la capital donostiarra. La otra playa, la cuarta es la de la isla Santa Clara, una playa experta en el arte de aparecer y desaparecer. Su pequeña superficie que no supera los 30 metros de longitud, la deja a merced de las mareas, pero también le ha proporcionado ese exquisito encanto. Ser pequeña no le ha supuesto ser desierta, todo lo contrario. La playa de la isla dispone de todo tipo de servicios, a la par que las otras playas, desde bar con terraza hasta puesto de socorro, mesas donde hacer pic-nic entre una vegetación boscosa e incluso puede presumir de contar con una ‘piscina natural’ de agua de mar. Pocas ciudades pueden presumir de poseer una isla en plena bahía, y San Sebastián es una de ellas. Se puede disfrutar de su pequeña playa, de los breves paseos hasta el singular edificio del faro, de los senderos con sus merenderos o los cafés en la terraza del bar, su cercanía respecto a las playas de la bahía también hacen posible el acceso a nado durante todo el año. Con las mareas vivas de otoño hay quien ha logrado llegar a pie con la bajamar. Desde la isla puedes disfrutar de una vista inmejorable de la ciudad.

Montes
       Los bellos montes de San Sebastián custodian la ciudad y la abrazan más que protegerla. Son los auténticos pulmones verdes de la ciudad y, en un pasado no muy lejano, fueron fortaleza militar, zona de disfrute de la aristocracia e incluso atalaya de pescadores para avistar ballenas.
       Sin duda, las mejores vistas de la ciudad se contemplan desde el torreón del ‘secesionista’ Monte Igueldo, construido en el siglo XVIII y cuya función inicial de faro ha cambiado a la de mirador y la de observador de un coqueto parque de atracciones  que le sirve de diversión. Igueldo ya existía como aldea cuando en 1180 se creó la villa de San Sebastián. El acceso a este lugar se hace mediante un funicular, el más antiguo del País Vasco y en funcionamiento desde 1912. El torreón del Igueldo alberga una exposición sobre la historia, vida y constumbres de los donostiarras. Y si se quiere disfrutar en un lugar perfecto de la belleza del mar y de los acantilados de Igueldo, entonces sí, hay que ascender al faro de 1855, en el flanco occidental del monte. El Monte Urgull, con su castillo de la Mota en lo más alto, puede descubrir el pasado de San Sebastián en el museo de la Historia de la Ciudad. La abrupta historia militar de San Sebastián sigue viva aquí. Su enclave y orografía la convirtieron ya en el siglo XII en fortaleza militar y sus murallas, por orden de Don Sancho Mayor de Navarra. Es el único vestigio y testigo actual de la San Sebastián amurallada junto con los restos que se conservan en el aparcamiento subterráneo del Boulevard, sufrieron ataques y asedios a lo largo de los años. El monte Urgull fue testigo en 1794 de la primera capitulación de la ciudad a manos de los franceses y presenció, impotente, el incendio que fruto de la batalla de las tropas galas con el ejército anglo-portugués destruyó la ciudad en 1813. Aquí se ha creado ahora la Casa de la Historia, el museo que relata la historia de la ciudad. El cementerio de los ingleses, en la ladera norte del monte, testifica el paso y muerte de los ingleses por San Sebastián. El Monte Ulía, por su parte, es hoy un parque natural en plena ciudad y ofrece una fenomenal caja de sorpresas. Era la antigua atalaya de avistamiento de ballenas. Desde estas peñas los vigías oteaban el horizonte en busca de ballenas y cuando las localizaban hacían fuego para dar aviso a los marineros que esperaban en el puerto. A principios del pasado siglo se construyó como parque de recreo para la aristocracia y, hoy, es la zona de senderismo más importante de la ciudad, no en vano forma parte del Camino de Santiago por la costa lo surca de este a oeste. La Peña del Ballenero y la Peña del Rey, rocas voluminosas utilizadas como puestos de avistamiento de ballenas siguen en pié, aunque están rodeadas de árboles y vegetación y casi no se puede ver el mar.
Parques y jardines
       San Sebastián cuenta con un enorme número de zonas verdes urbanas, de fácil acceso y de encomiable belleza. Tiene en sus parques y jardines –más de una veintena de espacios verdes– su patrimonio más importante, añadido a su paisaje natural.
       El parque que rodea al Palacio de Ayete es un entorno natural de gran belleza y cuenta con un estanque, grutas y cascadas con más de cien especies de árboles y plantes, praderas verdes y jardines. Muy cerca de la estación del norte, Cristina Enea es el sitio perfecto para desconectar del ajetreo de la ciudad. Es un gran bosque lleno de encanto. El exotismo de sus árboles, el romanticismo que proporcionan los cisnes y los pavos reales que lo habitan, la arquitectura de su edificio central, nos recuerdan que este parque fue un oasis de paz, un regalo que hizo el duque de Mandas a su mujer. El diseño del parque actual es obra de Pierre Ducasse, autor de los jardines del Palacio de Miramar, uno de los espacios verdes mejor situados y con mejores vistas de la ciudad, y de los de la Plaza Gipuzkoa, que es como un pequeño bosque inglés en pleno centro. Precisamente, con las privilegiadas vistas sobre la bahía de La Concha, el parque de Miramar es una parada obligatoria en todos los paseos por el litoral de San Sebastián. El parque de Ulía, al que se accede desde el barrio de Gros bordea la costa con espectaculares acantilados. Los jardines de Alderdi-Eder, frente al Ayuntamiento y a la Bahía de La Concha, son una de las estampas más típicas y están  compuestos por diferentes conjuntos florales a los que acompañan los deliciosos tamarindos y las elegantes palmeras. Los jardines del Boulevard, en ese gran espacio recuperado para los peatones que enlaza el área de la parte vieja de la ciudad se mezclan con naturalidad jardines con animadas terrazas, plataneros y castaños de indias de gran tamaño, además de contar con los jardines de la reina Regente, elevados en su parte central por unas escaleras de piedra, frente al teatro Victoria Eugenia. O los jardines de Ondarreta, un variado y simétrico conjunto floral junto a la playa que rodea al monumento que los vecinos dedicaron a la reina María Cristina de Austria, a quien deben en gran medida esa belleza sin igual que antes, ahora y siempre paseará con orgullo la capital donostiarra.

Las otras riquezas
       No nos podemos despedir de Donostia sin comprobar la otra riqueza y seña de identidad de San Sebastián, su gastronomía. Sus cocineros le han dado fama en medio mundo y en nuestras antípodas nos reconocen por la calidad gastronómica. De hecho, del total de cinco restaurantes con 3 estrellas Michelín que hay en toda España, tres están en la ciudad, complementados con otra gran selección de restaurantes que reúnen un total de 16 estrellas Michelín y que rubrican el buen hacer diario de los artistas culinarios donostiarras. Y si esto decimos de la gastronomía, otro tanto pudiéramos decir de las compras en establecimientos llenos de tradición y dinamismo de la ciudad, herederos de una tradición comercial enraizada en la propia ciudad, de comercio distinguido y dinámico que ofrece al tiempo variedad, calidad y vanguardia lejos de los grades establecimientos comerciales.
       Todos los ámbitos de la creación, con una calidad cultural a todos los niveles, están representados en San Sebastián. La ciudad es una explosión de conocimiento, arte, tradición y modernidad disponible para todos. El Aquarium, la Casa de la Historia, el Centro de Recursos Medioambientales, El museo de la Ciencia, Balenciaga, Chillida-Leku, el Naval, el San Telmo… La decena de museos con los que cuenta, sus reconocidos festivales, espléndidas esculturas de renombre, la diversidad de teatros y salas de exposiciones son, sin duda, un claro ejemplo de su riqueza cultural. Por si fuera poco, la noche se viste de gala. Hay, básicamente, tres zonas de ocio nocturno, cada una con una marcada identidad propia. Uno de los lugares más concurridos es la Parte Vieja, el barrio que nunca parece descansar. La calle de los Reyes Católicos, situada en la parte trasera de la catedral del Buen Pastor, esconde la cara más chic con locales modernos y propuestas musicales más arriesgadas. Asimismo, el joven barrio de Gros es feudo de bares dispersos para aquellos que gusten de ambientes más relajados e intimistas.
       San Sebastián, capital europea de la cultura en 2016, quiere ser –y se prepara para ello sin descanso en el tiempo que queda– un referente y dinamizador de la apuesta por la cultura como motor de convivencia y transformación, reforzando la posición de ciudad de acogida que siempre ha sido desde y hasta donde mi memoria alcanza.

   

José-Luis B. Quiñones

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