Capital del Imperio de los Habsburgo durante cerca de
siete siglos, Viena tiene una deuda de agradecimiento con la historia por el
papel preponderante que ha desempeñado siempre. Es una ciudad que engancha, en
lo antiguo y en lo moderno; es arte y museo –hay más de un centenar donde
elegir–. Es gastronomía pura ya que su mezcla de culturas genera y nos muestra
una gran variedad de platos procedentes de todas las cocinas del mundo, además
de sus deliciosos pasteles, como la tarta Sácher y su buen café. Viena es
también esencialmente música, cuna de grandes compositores como Strauss,
Beethoven o Mozart y morada como ninguna otra de la ópera.
Viena
se extiende entre la orilla derecha del Danubio, al este, y el Wiener
Wald –Bosque de Viena–, al oeste. Sus barrios periféricos y sus suburbios se
extienden más allá del Danubio sobre la extensa llanura que se abre entre los
relieves meridionales del Wiener Wald, y el curso del Danubio. La bella ciudad
se encuentra hoy en el corazón de una Europa ciertamente en construcción desde
la perspectiva del antiguo imperio y bajo unas nuevas enseñas. Profundamente
dañada por los ataques de los turcos, primero, guerras napoleónicas,
posteriormente, y por los bombardeos de la II Guerra Mundial, Viena se ha
levantado siempre de entre sus cenizas. Simboliza el glorioso legado de la
dinastía de los Habsburgo, que controlaron gran parte de Europa durante más de
seiscientos años. Hoy, a pesar de ser una ciudad alegre, repleta de joyas
arquitectónicas dignas de ver, y con un impresionante pasado musical, está
intentando atraer un turismo que se le resiste y que en los últimos años el
turismo se ha reducido a los viajeros de la tercera edad. Afortunadamente, en
la actualidad la ciudad ha vuelto a recuperar su gracia y entusiasmo –reclamo
de la juventud viajera–, en su núcleo histórico –Innere Stadt– con la catedral,
el Palacio Imperial de Hofburg, y sus barrios con iglesias barrocas o rococó y
residencias principescas, como el palacio de Liechtenstein, y más apartado el
castillo de Schönbrunn.
Más allá del Gurtel, comienzan los ensanches urbanos del siglo XIX y
principios del XX, con numerosas industrias. La ciudad tiene abundantes parques
y jardines, entre ellos el Prater, con sus musiquillas, sede de la Exposición
Universal de 1873. Como capital del estado, y por su situación convergente en
cuanto a las comunicaciones, las carreteras, autopistas, vías fluviales aéreas
y de ferrocarril más importantes del país concurren en ella. Viena es, además,
un importantísimo centro comercial e industrial de primera magnitud dentro del
estado austríaco.
Viena a través de la historia
Aldea celta en sus orígenes, los romanos del
siglo primero fundaron en ella una fortaleza de avanzadilla que denominaron
Vindobona. En ella murió Marco Aurelio, en el 180 d.C. Los carolingios del
siglo IX la conocieron con el nombre de Venia, que se transformó más tarde en
Wienne. Durante las primeras cruzadas ya tuvo un desarrollo notable y a finales
del XII se construyó un nuevo recinto amurallado –el actual desarrollo del
Ring–. En 1246 es conquistada por Otokar, rey de Bohemia. En 1273, cae en poder
de Rodolfo de Hasburgo, siendo coronado en ella cinco años más tarde, su hijo
Alberto como duque de Viena, comenzando así el largo reinado de los Habsburgo
En 1365 el duque Rodolfo IV, fundó la universidad y haría construir San
Esteban. En 1485, la ciudad, convertida en pocos años en la capital de un
territorio muy apetecible, es conquistada por el rey de Hungría Matías Corvino,
a quien se la arrebató ese año, al morir, Maximiliano, hijo de Federico III.
Carlos V, que reinó en el imperio desde 1519, confió Austria a su hermano
Fernando, en un momento en que la Contrarreforma se difundió por toda la zona.
El siglo XVI fue decisivo para Viena, que pasó por toda una serie de
experiencias difíciles: ejecución del alcalde por oposición al autoritarismo de
los Habsburgo, nuevo estatuto de la ciudad, incendios, etc. En los siglos XVI y
XVII, constituyó el baluarte de la cristiandad frente al turco, quienes la
asediaron sin resultados en 1529, aunque provocaron una gran destrucción, y en
1683, el último asedio turco de varios meses de duración. Se construyeron
nuevas murallas que Francisco José haría derribar en 1857 para crear los bulevares
circulares que conocemos como Ring… A partir de este momento desaparece la
amenaza y se inicia el gran desarrollo de la ciudad, mezclándose estilos y
poblaciones. Se crean magníficas mansiones junto a hermosas iglesias,
densificándose la ciudad, que, a ojos de los visitantes se presenta como un
laberinto de calles sinuosas, donde las casas, adosadas unas a otras se protegen
del frío del invierno más que del calor veraniego. En los últimos decenios del
s. XVII, ya adquiere el aspecto típicamente barroco, neoclásico y monumental
que la caracteriza. Como capital del Imperio de los Hasburgo. En la época
napoleónica desempeñará un papel fundamental en la historia europea. Ocupada
por los franceses de 1805 a 1806 y de nuevo en 1809, fue la residencia favorita
de Napoleón. En 1814-15, tuvo lugar en Viena el histórico Congreso, que lleva
su nombre donde se trató y plasmó el nuevo reparto de Europa.
En 1857 se derriban las murallas y sobre ellas se trazan las amplias
avenidas arboladas del Ring. Bajo el reinado de Francisco José (1848-1916),
Viena se convierte en una capital de primer orden en consonancia con la
capitalidad del Imperio Austro-Húngaro. Anexionada por Hitler en 1938, la
Segunda Guerra Mundial le reportó destrucciones y daños ocasionados por los
bombardeos aéreos de los aliados. Al finalizar la contienda fue ocupada por las
cuatro potencias vencedoras hasta el 15 de Mayo de 1955 en que se firmó el
Tratado de Viena, por el que se daba fin a la ocupación de Austria.
La Viena de Ringstrasse, de la Ópera y del Parlamento
La ‘ciudad’ en sí es la referencia al casco antiguo. El
centro histórico está delimitado por el ‘Ring’, la amplia avenida construida en
el lugar de las antiguas murallas. Viena es una ciudad muy monumental, con una
gran variedad de lugares que hay que visitar y priorizar si nuestro tiempo de
estancia no es lo suficientemente generoso en el tiempo como para que nos permita
visitarla exhaustivamente. La Ringstrasse, la Ópera y el Parlamento son los
tres lugares que le dan a Viena un toque único.
La Ringstrasse es la avenida más
importante de la ciudad y se construyó en el mismo lugar en el que se
encontraba la antigua muralla. En ella se encuentran los edificios más famosos
de Viena. Es una avenida circular que rodea el centro de Viena separando los
barrios del Hofburg y Stephansdom del resto de la ciudad. Acoge gran parte de
las obras arquitectónicas más significativas que podamos contemplar: el Palacio Real Hofburg, el
Ayuntamiento, la Bolsa, el Parlamento, el
Burgtheater, la Iglesia Votiva,
la Universidad, el Museo de Historia
del Arte o el Museo de Historia
Natural.
La Ópera
Estatal de Viena es la compañía de ópera más importante y conocida a nivel
mundial, además de constituir el centro neurálgico de la vida musical vienesa.
El Teatro de la Ópera de Viena —Straatsoper— fue el primer edificio del
proyecto de la Ringstrasse
en verse finalizado.
Inaugurado en 1869 con la presentación de una obra de Amadeus Mozart, el
edificio de diseño renacentista fue una decepción para los vieneses que
esperaban algo más de él. En 1945, una bomba dañó gravemente el edificio de la
ópera, hecho que los ciudadanos tomaron como una agresión simbólica a la
ciudad. Diez años después del incidente, la ópera volvió a abrir sus puertas
con los daños reparados y dotada de las tecnologías más avanzadas. Es una de
las visitas guiadas que no nos podemos perder. El hall de entrada, la escalera
principal que n os conduce al auditorio con espacio para 2.800 personas, el
escenario, el salón de té en el que Francisco José descansaba durante los
entreactos o la Sala de Mármol… Son estancias llenas de historia donde la
música no descansa incluso cuando parece que están vacías. Hay música en el
entorno y ópera asequible para todos los bolsillos.
El Parlamento Austriaco fue construido en el
siglo XIX en estilo clásico y es el edificio más notable de la Ringstrasse.
El Parlamento de Viena se
construyó como parte del proyecto de renovación de la Ringstrasse. El enorme
edificio de estilo neoclásico comenzó su construcción en 1874 y se terminó diez
años después. Fue diseñado con un estilo historicista neoclásico, con la
intención de que su construcción recordara a la antigua Grecia como cuna de la
democracia. El edificio cuenta con dos grandes salas de sesiones unidas por un
gran pórtico central; una de ellas es la sede del Consejo Nacional y la otra es
ocupada por el Consejo Federal. El edificio fue sede del Parlamento de la parte
austríaca del Imperio austro-húngaro, pero, a lo largo de sus más de cien años
de historia, ha albergado diversas instituciones parlamentarias: Tras la caída
del Imperio de los Habsburgo, en 1918, el Parlamento pasó por uno de sus
momentos más importantes, cuando los diputados proclamaron la transición a la
República.
Durante la II Guerra Mundial, la mitad del edificio del Parlamento quedó
destruido debido a los bombardeos. Las obras de reconstrucción se prolongaron
hasta 1956, dando al edificio un aspecto similar al original, excepto a la sala
de sesiones del Consejo Nacional, que fue rediseñada para otorgarle un aspecto
más moderno y funcional.
Los palacios de Viena
Leopoldo
soñó con hacer de Schönbrunn un nuevo Versalles. Construido en el siglo XVII,
el Palacio Schönbrunn sirvió durante
años como residencia de verano de la familia imperial. Tanto el interior como
sus jardines merecen la pena porque es un recorrido por la época de mayor
esplendor de su historia. Las habitaciones, decoradas de un estilo rococó,
llaman la atención por su suntuosidad, como es el caso de los salones
oficiales, o contrastan por la sencillez de las habitaciones que pertenecieron
a Francisco José y la emperatriz Isabel. Algunas de las estancias más
llamativas del palacio son la Gran Galería, utilizada para celebrar los
banquetes imperiales, el Salón Chino Circular, utilizado por María Teresa para
mantener conversaciones privadas con su canciller, el Salón del Desayuno,
utilizado para tal fin, o el Salón Chino Azul, que vio abdicar a Carlos I en el
año 1918. Justo al lado del palacio, se encuentra situado el interesante Museo de Carruajes
imperiales, una de las mejores colecciones de vehículos históricos del mundo, además
del Tiergarten, el zoo más antiguo del mundo.
Situado en los jardines del Palacio Schönbrunn, el
museo alberga más de 170 vehículos entre los que se encuentran algunos
carruajes, sillas, trineos y otros vehículos que pertenecieron a conocidos
personajes históricos. A través de los carruajes, el museo nos da la
oportunidad de conocer un poco más la vida de algunos personajes importantes de
la historia vienesa, como Napoleón,
María Teresa, Francisco José I o la emperatriz Sisi. De esta última podemos
contemplar el coche fúnebre de la corte vienesa, la carroza que utilizaba la
emperatriz Sisi, el minúsculo coche de niños del hijo de Napoleón o un
automóvil imperial que data de 1914.
El Palacio
Hofburg ha sido durante más de seiscientos años el lugar de residencia de
los Habsburgo y su historia hace justicia al convertirlo actualmente en el
lugar más visitado de Viena. Se
trata de un enorme conjunto arquitectónico que abarca una amplia zona que va
desde los antiguos aposentos imperiales, el museo de Sisí y la Platería de la
Corte —con el fin de la monarquía de los Habsburgo, los objetos como
cristalerías, objetos de porcelana y la platería de la corte pasaron a ser
propiedad de la República de Austria—, una capilla y una iglesia, la Biblioteca
Nacional Austriaca, la Escuela de
Invierno de Equitación, hasta el despacho del Presidente de Austria.
Durante el recorrido por las seis salas del museo de
Sisí, se llega a comprender a la excepcional emperatriz, conociendo una pequeña
parte de su intensa vida. Su rebeldía ante la vida en la corte, su obsesión por
la belleza y la extrema delgadez y el estado de profunda melancolía en el que
se encontraba sumida. La emperatriz, en un intento de huida de los demás y de
sí misma, no dejó de viajar por todo el mundo hasta que en 1898 fue asesinada
en Ginebra.
Las habitaciones del Palacio Hofburg se
encuentran decoradas y amuebladas, como si el tiempo se hubiera detenido en su
interior, dejando testimonio del esplendor de la monarquía de los Habsburgo,
además de su historia personal a través de los despachos, salones, tocadores y
dormitorios.
El Palacio Belvedere fue
construido como residencia de verano del Príncipe Eugenio de Saboya. Hoy en día
alberga un museo de arte y de su interior palaciego no queda nada. El conjunto
lo forman dos palacios unidos mediante un enorme jardín francés. En el punto
más alto del jardín se encuentra situado el Alto Belvedere, edificio principal
del conjunto arquitectónico que disfruta de una fachada más elaborada. Pero el
interior del Belvedere decepciona bastante a los visitantes que esperan ver un
palacio. Sólo se pueden ver decoradas la capilla, el hall de entrada y el Salón
de Mármol. El resto de las estancias, faltas de decoración, muestran
colecciones de pintura de la Galería Austríaca, desde la Edad Media hasta nuestros
días, como si se tratara solamente de un museo.
En la planta baja se pueden ver obras maestras del barroco y arte
medieval, además de la capilla. En la primera planta, se pueden contemplar
obras vienesas realizadas durante los años 1880 y 1900. La segunda planta está
repleta de muestras del neoclasicismo y del romanticismo, además de la
colección Biedermeier.
De menor tamaño y fachada menos llamativa que la del Alto Belvedere, en
el edificio del Bajo Belvedere se encuentran las exposiciones de arte barroco
austriaco, donde se exhiben las obras de los artistas que dieron forma a la
ciudad durante la Edad de Oro de Viena. Algunas de las salas más importantes
son la Sala de los Grotescos, la Galería de Mármol y el Salón de los Espejos,
todos ellos dotados de un diseño barroco. Junto al Bajo Belvedere se encuentra
situado La Orangery, el elegante edificio que era utilizado como invernadero.
Hoy en día alberga diferentes exposiciones temporales.
Si en la corte austriaca del siglo XVIII las distancias sociales se
mantienen y respetan estrictamente, en la vida de Viena, sea en los jardines o
en las calles, se respira un clima particular. A menudo se describe a un
emperador que deambula libremente entre la gente sin que la familiaridad corriera
el riesgo en ningún momento de derivar en faltas de respeto y es que la música
siempre ha sido en esta ciudad un bálsamo que la diferencia de otras partes.
Otros lugares de interés
El Prater. Es
un popular espacio de recreo en el que se sitúa el parque de atracciones más
antiguo del mundo. Una visita al Prater con buen tiempo siempre es recomendable
ya que está lleno de atracciones antiguas y puestos de comida rápida, sin
menospreciar una cena a la luz de las velas en una de las cabinas de la noria…
La noria, de 60 metros de altura, es uno de los símbolos de Viena. El Prater de
Viena había sido utilizado durante siglos como coto imperial de caza hasta que,
en 1766, fue abierto al público. En 1895 se inauguró allí un parque de
atracciones del que se conservan en perfecto estado muchas de las atracciones,
envueltas en un aire antiguo y con encanto que domina todo el lugar.
Desde su inauguración en 1897, la Noria Gigante de Viena es uno de los
emblemas de la ciudad. A lo largo de su historia, la noria ha logrado
sobrevivir a las grandes catástrofes naturales y conflictos bélicos. Fue
testigo de la I Guerra Mundial, durante la cual tuvo que dejar de funcionar
durante dos años. Fue durante los últimos días de la II Guerra Mundial, en
1945, cuando los bombardeos y el fuego destruyeron gran parte de la noria.
Aunque fue reconstruida en tiempo récord, sólo pudieron ser colocadas 15 de las
30 cabinas que tenía en sus inicios.
Las cabinas que no pudieron ser colgadas, están colocadas en la parte de
debajo de la noria a modo de exposición, a través de la cual se puede viajar
por diferentes épocas del pasado de la capital: el Imperio Romano, la Edad
Media, las guerras contra los turcos, la Exposición Mundial de Viena o las
catástrofes ocurridas durante las guerras mundiales.
Hundertwasserhaus. Es un bloque residencial construido por Friedensreich
Hundertwasser, un artista austriaco que nos recuerda en cierto modo a nuestro
Gaudí. Y la Hundertwasser Village es un complejo residencial con un aspecto
verdaderamente original y que atrae a los estudiantes de arquitectura de
Europa, construido entre 1983 y 1986. La construcción parece un colorido puzle,
obra de un niño, en la que los suelos no son rectos, sino ondulados, y donde en
el interior de las habitaciones crecen árboles cuyas ramas asoman por las
ventanas. En el exterior, todo son colores y formas fantasiosas que deleitan a
los turistas, poco acostumbrados a una arquitectura tan especial. Además de ser
una de las principales atracciones de Viena, ya forma parte del patrimonio
cultural austriaco. Hay quien dice que la forma y los colores de los
inimaginables edificios invitan a soñar en que es posible cambiar el mundo.
Junto a los edificios también se puede
visitar un coqueto centro comercial realizado en el mismo estilo (Hundertwasser
Village), además del Museo
Hundertwasser donde se exponen las obras del original artista,
curiosas pinturas, además de algunos trabajos gráficos y diseños
arquitectónicos. Friedensreich
Hundertwasser, nacido en Viena en 1928, destacó en el mundo de la pintura, la
escultura y la arquitectura por sus obras especiales, diferentes, coloridas y
originales. Los comienzos del artista no fueron fáciles, pero no tardó en ser
aceptado y respetado y sus obras llegaron a todos los rincones de Austria. Se
trataba de un personaje peculiar que solía llevar calcetines de diferente color
y le gustaba provocar desnudándose en público. Este carácter tan especial se ve
reflejado en todas sus obras y construcciones que tienen un sello personal
inconfundible y están dotadas de asimetría y colorido.
Stadtpark.
Abierto al público desde 1862, el Parque de
la Ciudad —Stadtpark— es el parque preferido tanto por los vieneses como por
los turistas que visitan la capital.Es uno de los parques más antiguos de
Viena. Dotado de un estilo inglés, posee una extensión de 65.000 metros
cuadrados a lo largo de los cuales florece una amplia variedad de especies
vegetales. El río Wien divide el parque en dos, mientras que algunos pequeños
puentes se ocupan de unir ambas partes. Uno de los lugares más fotografiados
del parque es el monumento a Johann Strauss, una estatua de bronce dorada que
fue inaugurada en 1921 para rendirle homenaje a uno de los violinistas más
importantes de todos los tiempos, Johann Strauss (hijo). Stadtpark posee una
situación privilegiada en pleno centro de la ciudad, a escasa distancia de
lugares tan importantes como la Ópera, por lo que resulta
muy cómodo y agradable acercarse hasta el parque para perderse en la inmensidad
de su verdor.
Cripta Imperial de
Viena. La Cripta Imperial —Kaisergruft—, situada
debajo de la Iglesia de los Capuchinos, es el lugar en el que descansan los
restos de la realeza austriaca. En ella hay más de 150 sarcófagos, entre ellas
las de 12 emperadores y 18 emperatrices, siendo el más visitado, el del
emperador Francisco José, la Emperatriz Sisi y el príncipe heredero Rodolfo.
La Iglesia de los Capuchinos. La Iglesia de los Capuchinos —Kapuzinerkirche— fue construida
entre los años 1622 y 1632 en un estilo barroco. Se trata de una pequeña
iglesia muy sencilla a la vez que agradable. Una vez en el interior sorprende
la escasa decoración, formada solamente por varios cuadros colgados en sus
claras paredes. Los féretros de la Cripta de los Capuchinos son verdaderas
obras de arte que muestran el poder de los personajes que descansan en su
interior. Resulta especialmente sobrecogedor ver el gran número de minúsculos
féretros en los que descansan los niños que sufrieron muertes prematuras.
Escuela Española de Equitación. La
Escuela Española de Equitación, —Spanische Hofreitschule— creada en 1572, forma
parte del Hofburg y constituye una de las instituciones más destacadas de
Viena. Sus caballos son conocidos en el mundo entero. Está dedicada a la
equitación basándose en la doma clásica, manteniendo intacta su técnica desde
hace más de 400 años. Forma parte del Hofburg y constituye una
de las instituciones más destacadas de Viena. En 1735, se inauguró la Escuela
de Invierno con la intención de ofrecer a los jóvenes aristócratas la
oportunidad de recibir clases de equitación. Se trata de una impresionante sala
barroca en la que hoy en día realizan sus prácticas y representaciones los
caballos Lipizzanos.
La corte imperial austriaca disfrutaba con la cría y doma de caballos de
raza, de forma que, a finales del siglo XVI, el archiduque Carlos fundó el
picadero de Lipizza, lugar donde se mantiene la tradición de cría. Los primeros
caballos de Lipizza fueron llevados desde España. Se trata de caballos que son
negros hasta los ocho años, edad a la que la mayoría de ellos se vuelve de
color blanco. Los jinetes requieren una preparación de más de diez años junto a
sus caballos Lipizzanos para lograr esa complicidad que hace que parezcan uno
mientras efectúan los precisos movimientos en armonía con la música.
Hay pocas opciones para conocer la Escuela Española de
Equitación de Viena; una de ellas es comprar entradas para alguno de los
espectáculos ecuestres, disfrutando así de las funciones únicas de los caballos
Lipizzanos en el espectacular escenario que es la Escuela de Invierno.
La segunda
opción para conocer la escuela es participando en una de las visitas guiadas
que se realizan a diario, como ocurre en cualquier museo, en las que un guía
lleva a ver a los caballos en sus establos, además de la preciosa Escuela de
Invierno en la que actúan.
Torre del Danubio. Oficialmente, Donauturm, es una torre de 252 metros de
altura desde la que se puede contemplar gran parte de Viena. Cuenta con un restaurante giratorio.
Situada en el parque del Danubio, en la orilla norte del río, la Torre del fue
inaugurada en 1964; no es solamente un mirador sino que es también un lugar
para relajarse en el restaurante
giratorio mientras las vistas van cambiando constantemente. Al igual que en la
Torre de Macao,
los más arriesgados podrán realizar "bungee jumping" desde lo alto de
la torre, una buena forma de descargar adrenalina. A pesar de la altura de la
torre, las vistas desde su mirador no son tan buenas, como las de la torre de
la Catedral de Viena.
Naschmarkt.
Flores, carne, pan y todo tipo de alimentos
se dan cita en Naschmarkt, el mercado más conocido de Viena, un mercado que
lleva celebrándose desde el siglo XVI. Además de ver los puestos y hacer
algunas compras también es posible comer en la zona, ya que los puestos
comparten espacio con decenas de restaurantes
internacionales a precios asequibles. El mercado callejero más conocido de
Viena lleva celebrándose desde el siglo XVI, cuando se vendían principalmente
botellas de leche. Desde 1793 lo normal era que todas las frutas y vegetales
que llegaban a la ciudad en carro se vendieran en el Naschmarkt, mientras que
las que llegaban en barco se vendían en otros puntos de la ciudad.
Una rica gastronomía
La gastronomía vienesa es abundante y un poco
pesada, tal vez por eso los austriacos comen y cenan muy pronto. En ella se
mezclan sabores de la cocina húngara, checoslovaca, polaca, yugoslava e italiana.
El ingrediente básico de la mayoría de los platos es el famoso Cinbreen, salsa
hecha con mantequilla y harina, se usa en las sopas, verduras, Goulash con
gusto a Prapika. La carne normalmente se come Parniert, es un rollo envuelto en
harina, huevo y pan rallado frito con manteca o aceite. También hay platos de
buey entre los que se encuentra el Tellerfleisch y Kruspelspitz, el escalope
vienés o las salchichas de todo tipo. Y, cómo no, pasteles vieneses entre los
que destaca la Sachertorte Original… Y para no quedarse con sed, nada mejor que
un poco de vino, como el Grüner Veldinger, Müller Thurgau, un Neuburger o un
Riesling. Y al que no le guste el vino, siempre puede echar mano de las
cervezas de varias clases embotelladas o de barril.
Pedir un café en un kaffeehaus
vienés no es cualquier cosa. Existe una gran variedad de combinaciones. Algunos
de estos establecimientos ofrecen, además de café, ofrecen pequeños conciertos
con regularidad. La mayor parte de ellos perpetuan la tradición de la doble ‘K’
—Kaffe-Kuchen—. Antes de la Segunda Guerra Mundial había en Viena cerca de
1.500 cafés, en tanto, hoy, son la mitad. Fueron —como en la mayoría de
capitales de Europa— el centro de la vida política y cultural, donde se
encontraba uno solo mientras estaba acompañado de gente de tertulia y lectores
de periódico, además de gente de bohemia. “Estar en el café –decía un poeta– es
como encontrarse en casa sin estar en casa”. Un oasis de tranquilidad o un
lugar de sociabilidad, como se quiera, que hoy no consiguen los modernos ‘starbucks’
llenos de jóvenes, estudiantes y artistas mezclados con turistas en espera del
ceremonial de un café vienés servido en bandeja de plata con un vaso de agua
fresca.
Viena es la ciudad del mundo, la única, donde durante diez meses al año,
de septiembre a junio, tiene uno ocasión de poder asistir todos los días a
algún espectáculo de música clásica, ya sea de ópera o ballet. El Concierto de
Año Nuevo nos trae a la memoria esta ciudad cada primer día de año y siempre
decimos lo mismo: “me gustaría asistir alguna vez”. No es nada fácil porque
habría que inscribirse en enero para tener la posibilidad de asistir en enero
siguiente. Y debido a la demanda, se realiza un sorteo para adjudicar entradas.
Otro tema es contemplarlo y escucharlo por la tele. No deja de ser un consuelo.
Entre tanto, quedémonos con las musiquillas de El Prater, los valses de los
Strauss que nos hablan de la alegría de vivir de los vieneses que Freud quiso
‘curarla’ mientras estudiaba Viena como quien estudia una enfermedad.
José-Luis
Blanco y Quiñones
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